Entrevista David García Ilundáin (Jaque)

PUBLICADA EN REVISTA JAQUE Nº 418, FEBRERO 1996.

“QUIERO JUGAR AL AJEDREZ COMO ME SALE DEL ALMA”

PRÓLOGO

“Me hacía ilusión no ser Gran Maestro”
Texto: Gonzalo Aragonés. Guadalajara.

David García Ilundáin es una de las figuras más singulares del ajedrez español. Joven, con toda la vida por delante, el año pasado logró el título de Gran Maestro. Pero los honores le traen sin cuidado. Quiere crear, vivir por el ajedrez y sólo para él. Se confiesa seguidor de los clásicos y devora los libros antiguos como si en ello le fuera la vida. Odia a muerte a los ordenadores y todo lo que suponga una amenaza paa el ajedrez que se juega sobre el mismo tablero. David García Ilundáin es, hoy por hoy, uno de los maestros españoles con más futuro. Junto a Jordi Magem y Pablo San Segundo, sigue los pasos de Illescas y cada vez desde más cerca.


ENTREVISTA

– ¿Podría narrarnos sus impresiones del pasado Torneo de Benasque, en el que consiguió la tercera norma de Gran Maestro?
– Yo venía de hacer una norma en Manresa, pero jugando verdaderamente mal. De hecho, quedé destrozado psicológicamente después del torneo, a pesar de que no perdí ninguna partida. Sin embargo, no jugué en absoluto bien, desperdicié posiciones y jugué partidas a un nivel bajísimo, en las que ya desde la primera jugada estaba con los nervios forzados por culpa de la norma. Entonces, a Benasque llegué con la idea de hacerlo lo mejor posible y coger experiencia con gente de 2600. Llegué a Benasque sin demasiadas ilusiones, pero después de ganar una partida muy interesante a Psajis en la cuarta ronda se acabó el torneo para mí cuando perdí una partida muy tonta con Miles (por querer hacerlo bonito). Así, de estar destacado me encontré con una derrota medio injusta. Tenía que hacer más uno para lograr la norma y jugué con muy poca energía. Hice varias tablas, gané una partida interesante a Comas, con Martín en la jugada 15 no tenía ninguna posibilidad de ganar y al final conseguí una norma que, no es que me supiera a poco, pero creo que en absoluto merecía.
– ¿Para usted es tan importante jugar bien?
– A mí sólo me importa jugar bien al ajedrez. Ganar, más o menos, pero quiero jugar bien al ajedrez, quiero comprender el ajedrez. Y si los resultados son buenos, pero mi juego es malo, me deprimo muchísimo. Si no juego bien y no estoy contento conmigo mismo los resultados no me dan ninguna felicidad.
– En esas circunstancias, ¿cómo definiría el ajedrez: como una competencia o como un arte?
– Para mí el ajedrez es un arte. Yo, al menos, quiero verlo como un arte y de hecho, ahora mismo estoy muy deprimido porque todos los grandes artistas, como han sido Tal, Keres o Petrosián, están desapareciendo. Me ha tocado vivir una época en que posiblemente no debería jugar. Sólo importa el dinero, los resultados, está todo viciado (por cierto) y realmente me habría gustado vivir esa época en que los jugadores estaban analizando con cualquier aficionado hasta las cinco de la mañana en un café.
– ¿Usted juega siempre contra otra persona o juega contra usted mismo?
– Creo que juego contra mí mismo y de hecho hay una sensación que me invade bastante a menudo, y es la siguiente: antes de empezar la partida sé que voy a perder y en el 99% de las ocasiones pierdo. Tengo que luchar conmigo mismo para decir “Hoy va a ser distinto”. Pero no, realmente acabo perdiendo. Creo que me autoconvenzo de que voy a perder y por eso pierdo. En ajedrez yo nunca lucho contra un rival. Quiero hacer la jugada que considero que es mejor. Eso me ha traído muchos problemas, como apuros de tiempo. Pero nunca he hecho una jugada mala a propósito, confiando en que el otro no la va a ver, o nunca he jugado de distinta manera porque mis rivales son tal o son cual. Claro está que suelo variar la apertura dependiendo de con quién juegue. Con gente que es muy teórica intento salirme de los esquemas habituales para poder jugar al ajedrez, no al parchís.
– Por lo que dice, supongo que no está a favor de la teoría según la cual hay que luchar a muerte, aunque un jugador no se encuentre totalmente bien en ese momento.
– No lo estoy. Eso es una salvajada. El ajedrez es demasiado duro para que nadie, sin tener ni idea, pretenda que los jugadores jueguen hasta la jugada…100 o hasta el mate. Porque en cada partida te juegas mucho y hay jugadores a los que una derrota no les afecta (pueden ganar siete partidas y perder dos, y se quedan tan panchos) y hay otros que después de perder una, se hunden completamente, porque es su forma de ser, es su estilo, su forma de ver la vida, la derrota para ellos no es admisible. El hecho de que se obligue a los jugadores a ganar o a perder favorecería a aquellos jugadores que están acostumbrados a luchar y que no por eso les gusta más el ajedrez.
– ¿En qué tipo de torneos se encuentra más a gusto jugando al ajedrez?
– Prefiero jugar en torneos en condiciones, simplemente. Me da igual que sea un open, que sea un cerrado, que sea un torneo de partidas semi-rápidas. Siempre que el trato sea agradable, que el sitio esté bien, la sala de juego esté en condiciones y me sienta como una persona, no como un animal o como un gladiador, entonces creo que me siento bien.
– ¿El ritmo de juego, media hora o dos horas por jugador, no influye en su concepción del ajedrez?
– A mí me gusta más jugar partidas de ritmo lento. Pero incluso juego mejor en partidas semi-rápidas, porque he analizado bastante a los clásicos y tengo bastante concepto de las posiciones. Casi nunca calculo y por eso en semi-rápidas juego a mi nivel. Sin embargo, en partidas lentas, por mi forma de ser, me levanto después de cada jugada, pierdo mucho tiempo, se me va la cabeza con problemas personales, con cosas de todo tipo y en muchos torneos juego mal por culpa de esto. Pero en partidas semi-rápidas sabes que vas a estar una hora jugando al ajedrez, que no puedes entretenerte, no te puedes levantar, no vas a ir a hablar con nadie…y por eso mismo juego mucho mejor.
– Según lo que dice, ¿el ajedrez tiene que ver mucho con la vida, al menos la suya?
– Por supuesto que separo la vida del tablero. Cuando estoy jugando una partida de ajedrez, lógicamente no soy una máquina. Entonces, si pienso en la vida no es porque me parezca que el ajedrez es la vida, sino porque estoy vivo y tengo problemas y por ello pienso en otras cosas. En cuanto a la similitud del ajedrez con la vida, es obvia. Es algo que ya se ha dicho mil veces, y no tengo que repetirlo.
– ¿Qué diferencias o semejanzas hay entre el ajedrez en Cataluña y en el resto de España?
– Semejanzas ninguna, por supuesto. En Cataluña hay una gran afición, mucha gente federada, muchos clubes y muchos torneos, normalmente de baja calidad. Creo que faltan torneos de élite, pero no se puede tener todo. Solamente por la afición que existe, desde bases, niños, etc…es increible que no haya torneos más fuertes. Ahí, lógicamente, falla algo, pero no puedo decir qué es. Fuera de Cataluña, creo que tampoco hay demasiado. Aparece Madrid, que tiene un buen nivel; Andalucía también tiene buenos jugadores, el País Vasco, Galicia está progresando mucho, en Castilla-La Mancha hay varios jóvenes que van a ser muy duros, por ejemplo, Herminio Herráiz puede llegar a ser Gran Maestro de forma fácil…si no hacen que lo crea mucho y si no le influyen demasiado desde fuera. Realmente, creo que hay mucho porvenir en España.
– Entonces, ¿cree que para que un jugador progrese hay que dejarle jugar a su aire?
– Puedo hablar de mi experiencia. Yo aprendí a jugar por casualidad a los doce años, acompañé a mi hermano (que tenía pequeñas nociones) a unas simultáneas, me gustó aquello, me hice la ilusión de tener un carnet de socio de un club de ajedrez, de jugar mi partida, y entonces empecé a ir cada día al club para ver a la gente. Aprendí a jugar, empecé a coger libros y prácticamente desde entonces no he dejado el ajedrez. Bueno…estuve un año alejado del ajedrez completamente, dedicándome al brake dance y luego hice el servicio militar y estuve en un sitio que en absoluto pude dedicarme al ajedrez. Pero nunca he ido a clases de ajedrez, ni me han dado clases particulares. Depende de la persona. Creo que a mí me ha tocado el hecho de conocer el ajedrez por mí mismo. He sufrido mucho y llega un momento en que creo que he comprendido bastante el ajedrez.
– ¿Por qué se dedicó al brake dance?
– Bueno, participé en varios concursos y…¡Fue una locura! De hecho, al cabo de un año me daba vergüenza de mí mismo por haber hecho lo que había hecho. Pero fue algo que me invadió, fue una droga y estaba siempre bailando por las calles, con los amigos y el radio casette. Fue una época curiosa.
– Volviendo a la pregunta anterior. A pesar de su experiencia, ¿cree sin embargo, que es necesario promocionar a los niños y a los jóvenes?
– No sé qué decirle. Claro, promocionando a gran escala en ajedrez se pueden conseguir muchos jugadores fuertes, pero realmente pienso que el jugador que tiene que salir va a salir igualmente. El que lleva algo dentro por el ajedrez, esté en medio de la montaña o en un barco, creo que puede llegar a conocerlo. En cuanto a la promoción en las escuelas, me parece muy interesante por las posibilidades que tiene el ajedrez para el desarrollo de la mente y para saber valorar muchos aspectos de la vida. Pero que de ello vayan a salir buenos campeones depende de los propios niños.
– ¿Qué objetivos se ha marcado para un futuro dentro de su progresión profesional?
– Como he dicho, cualidades deportivas no tengo demasiadas. Me gusta el ajedrez, pero me falta carácter para ser un luchador como, por ejemplo, Miguel Illescas. Conozco mucho el ajedrez, pero creo que nunca podré jugar al nivel que por mis conocimientos se podría esperar, porque me faltan muchas cosas, entre ellas la voluntad. Por eso mismo, simplemente espero jugar cada vez mejor, comprender más el ajedrez y si eso lleva a un resultado excepcional, ya llegará. Pero no lo busco.
– Aparte de los obstáculos personales o deportivos como ajedrecista, ¿se ha encontrado con otros en su carrera?
– Realmente, he sentido una absoluta falta de apoyo por parte de la Federación, ya no digo la Catalana o Española…me da exactamente igual. Por ejemplo, yo asistí a un pequeño cursillo de la Escuela Kasparov, que se organizó en Murcia. Los Grandes Maestros que había allí vieron que tenía un buen futuro y enviaron un informe a la Federación Española, aconsejando mi promoción junto a la de otros jugadores. Después de eso, la Federación no ha hecho absolutamente nada. La Catalana tampoco me ha apoyado de una manera especial.
– ¿Cambia algo su vida en el ajedrez haber logrado el título de Gran Maestro?
– En absoluto. De hecho, incluso, me hacía ilusión no ser Gran Maestro, porque antes jugaba con quien fuese y me quería sentir como la víctima aunque tuviese 200 puntos más de Elo que mi rival. Sin embargo, hoy en día el número de jugadores con el que enfrentarme y me pueda sentir así es mucho más pequeño. Hay jugadores que, aunque no sean Grandes Maestros, tienen un gran nivel y al jugar contigo lo hacen mucho más motivados. Esto me hace sentir como más viejo, como si tuviese 40 años. A mí me gustaba sentirme como promesa.
– ¿Cree que usted, como los demás jugadores jóvenes que están progresando, tiene una especie de responsabilidad hacia los aficionados y los niños a los que les gusta el ajedrez?
– Por supuesto que sí. A nosotros nos toca dar ejemplo y hacer ver el ajedrez como algo bonito. Pero, ya digo, sin apoyo nada de esto es posible. Por ejemplo, últimamente me he visto obligado a jugar torneos en los que no tenía nada absolutamente que ganar, he jugado a disgusto, pero no hay otra salida. Hoy en día es casi imposible jugar torneos serios. Los que se hacen tienen categoría XVIII, donde sólo Illescas tiene entrada, y los que estamos 100 puntos por debajo debemos jugar torneos muy inferiores en todos los aspectos, tanto en el nivel deportivo como en las condiciones económicas y veo difícil que la gente llegue al nivel de los 2600 porque no hay ningún apoyo. Si no juegas hoy con Karpov, mañana con Jalifman, etc., es imposible llegar a jugar como ellos. Si, como yo, juegas open tras open en España, siempre con los mismos, llega un momento que lo haces asqueado, haces mil tablas, pierdes la ilusión por todo. Creo que muchos jugadores se han escapado por falta de apoyo y de oportunidades. Por ejemplo, Magem tiene 2565 y hace siglos que no juega un cerrado en condiciones en España. Hoy a los organizadores sólo les interesa conseguir la mayor categoría y les da igual el ajedrez español.
– ¿Qué puede hacer usted para que los jugadores jóvenes comprendan el ajedrez de otra manera, para mejor?
– Con mis partidas, simplemente. No voy a caer en la dejadez, por lo menos de momento y espero que por mucho tiempo, no voy a caer en la mecanización. Prescindo completamente de ordenador y de base de datos y lo que quiero es jugar al ajedrez como me sale del alma, y espero que nunca me sea necesario tener que ir con un ordenador de un lado para otro, mirando cien partidas antes de jugar, intentando enganchar a cualquier precio a mi rival para ganar una partida. El día que me pase esto estaré muerto por dentro ajedrecísticamente.
– ¿Qué grado de importancia tiene el trabajo en su forma de concebir el ajedrez?
– Nunca he trabajado el ajedrez, porque… no puedo. Estudio mucho, pero el 99% del tiempo que dedico al ajedrez lo paso estudiando partidas clásicas y leyendo la vida y la historia de los torneos antiguos. Trabajar el ajedrez me parece imposible: yo cojo el libro que me apetece y en el momento que me apetece. Nunca me lo he impuesto como trabajo. Me falta mucha disciplina y no puedo hacer las cosas de forma forzada. Pero nunca he cogido una apertura y la he estudiado a fondo. En ese aspecto soy un poco más bohemio. No me gusta coger un Informator y ponerme a buscar aperturas: me repugna. Y ya digo, coger la base de datos y mirar las 50 últimas partidas de mi rival me da ganas de vomitar. Creo que el ajedrez tiene que ser mucho más improvisado que todo eso.
– ¿Se ganaría un poco más esa vida bohemia si se utilizase el invento de Fischer de sortear las piezas de la primera fila?
– No, eso es una aberración como una casa. El ajedrez es lo que es e intentar cambiarlo es una falta de respeto. En esa misma línea, también podrías coger el caballo y en vez de que mueva en “L”, enviarlo a China y según el tiempo en que tarde en volver consigues una puntuación. Las piezas serían las mismas, el tablero el mismo, pero el juego no tendría nada que ver. Es una ridiculez.
– ¿Existe, entonces, alguna forma para intentar superar la ayuda de los ordenadores, la informática y las bases de datos?
– Eso depende de la gente. Si le gusta el ajedrez, tratará que las máquinas no compitan con seres humanos en torneos. Intentará crear un poco más, pasará la moda de información por todos los lados, Informator, chessbase y jugará un poquito más al ajedrez. Hoy en día, el ajedrez no es un juego, es una acumulación de conocimientos, una lucha por ver quién consigue antes la información. Veo atroz que se obligue a nadie a enfrentarse a una máquina en un torneo de ajedrez serio. Yo, concretamente, he jugado con una en un torneo de semi-rápidas en Villarrobledo. Puedo jurar que si hubiese sido una partida seria me habría negado a jugar con ella. Y si se me hubiese obligado a hacerlo, me habría ido del torneo, pero posiblemente antes la habría estampado contra el suelo. Creo que pretender destrozar el ajedrez sólo para conseguir dinero y utilizarlo en el ajedrez es un sinsentido. Comparto al cien por cien la postura de Ivanchuk, que dijo tras ganar a Anand en un torneo del Circuito Intel 1994 que si la máquina hubiese ganado a Anand en las semifinales él no habría jugado.

Categories:

Monthly Archive

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies